Mucho se ha repetido que una herramienta no es buena ni mala, y que lo que esta pueda generar depende del uso que le de quien la sujeta. Pero tampoco es menos cierto que quedarse en dicha abstracción, sin observar las prácticas sociales predominantes, nos impediría entender el carácter principal que cualquier herramienta adquiere en lo concreto.
En el caso de las redes sociales en Internet, indicar que entre sus principales motores se encuentra la capacidad que tienen de potenciar aquella premisa que ya en la Colombia de los 90 popularizara Juan Manuel Correal –más conocido entonces como Papuchis-: “Lo importante no es ser sino aparentar”, resulta bastante de Perogrullo.
Las disertaciones que al respecto se han dado, aunque no inunden los medios, tampoco son escasas. La mayoría de ellas sin embargo parecen centrarse en la dificultad que se crea en muchas personas, principalmente adolescentes, al sentirse forzadas a vender su imagen día tras día. Excluyen así el problema que las precede y que solo se ve potenciado por ellas: el de individuos que incapaces de conocerse o de construirse a sí mismos, crean una puesta en escena para el entorno; con la consecuencia aún más macabra de terminar entendiendo que la percepción que el entorno tiene de ellos -el éxito de esa puesta en escena- es lo que son ellos mismos.
No solo es que el adolescente -o el no tan adolescente- se vea forzado a vender continuamente pedazos filtrados de si, en un proceso de falseamiento personal y de ajuste a escogidos ideales sociales o de grupo, esperando lograr que el mundo le reconozca y le acepte. Es que la persona termina por confundir la imagen falseada con ella misma.
Lo que antes era difícil de percibir, ahora es caricaturizado por las redes sociales:
La persona se siente más o menos “viva” según su imagen falseada este o no activa; favorece una desestimación de lo real y de lo cotidiano, mientras equipara, no solo su valía, sino su bienestar con los laureles a esa falsa imagen…En ultimo termino, resulta añorando la imagen por sobre la realidad, poniendo lo virtual sobre lo concreto, confundiendo el escenario con la vida.
Buen retrato de ello, es el caso sombrío de quien frente a una situación aparentemente gratificante, parece más inmiscuido en esa “foto pal face” que en la experiencia misma.
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